Comunidad

Más que una cifra, un mundo que se terminó

Este artículo fue ejecutado en el transcurso de dos horas. En ese tiempo, tomando en cuenta la información proporcionada por la Organización Mundial de la Salud, en el mundo, aproximadamente 180 personas murieron por suicidio. Una cifra aún mayor, intentó poner fin a su vida, y es probable que muchos de ellos lo vuelvan a intentar. Mayor aún es el impacto que tienen esas muertes en las familias y comunidades, viendo sus vidas trastocadas para siempre, debido a lo traumático de la pérdida. Ello, sin contar las consecuencias materiales, económicas, sociales e incluso espirituales, que de este evento se derivan. 

Sin embargo, una muerte por suicidio es más que una cifra: es reflejo de una historia de sufrimiento y dolor, que no vio otra alternativa para aliviar dichos malestares. Por decirlo de otro modo, es la punta del iceberg, de una serie de problemáticas que no sólo devienen de las situaciones particulares del individuo, si no también de elementos familiares, sociales y culturales, que dan cuenta de todas las deudas que tenemos como sociedad, respecto a la salud mental y al bienestar de los individuos. El suicidio, desde este entendido, es el espejo social más doloroso de mirar, y así también es el más invisibilizado y estigmatizado. 

El primer acercamiento al estudio de la suicidología me ha permitido comprender estos aspectos que llaman profundamente mi atención:

1.- Suicidio como fenómeno universal y trans-histórico

El suicidio ha estado presente desde los inicios de la historia de la humanidad y en prácticamente todas las culturas, siendo así considerado como un fenómeno universal. A pesar de lo extendido de este acto, su concepción, explicación y valoración, difiere entre distintas sociedades y tiempos históricos, siendo en algunos casos aceptado bajo determinadas circunstancias, en otras, honrado como símbolo de heroísmo, pero también, repudiado y condenado en otros contextos. 

Por su parte, la tradición filosófica, ha posicionado el suicidio como una pregunta crucial para comprender el sentido mismo de la vida, siendo la interrogante, lo que lleva a una persona a morir por suicidio desde una perspectiva individual. 

Fue Emile Durkheim, quien planteó el suicidio como un problema social, proponiendo que su causa se enraizaba en la interacción de los individuos con su entorno social, añadiendo otra arista relevante al entendimiento de esta problemática. Sin embargo, el panorama sería acaparado durante décadas por un enfoque más biologicista donde imperaba la noción de que solo los “enfermos mentales” morían por suicidio, y que los factores preponderantes eran los de orden biológico. 

Shneidman, padre de la suicidología contemporánea, aportaría elementos cruciales para entender el suicidio: No sólo los pacientes psiquiátricos mueren por suicidio, la muerte por suicidio es prevenible, y  debemos no solo estudiar la muerte por suicidio, si no también la tentativa, planeación y los rastros materiales y textuales que derivan del intento. 

Actualmente sabemos que el suicidio no hace distinciones, y que a pesar que aún desconozcamos muchos de los factores e interacciones, reconocemos la multiescalaridad del fenómeno y la necesidad de seguir trabajando para mejorar la prevención y tener más herramientas para enfrentar este problema universal y prioritario. 

2.- Suicidio como problemática de salud pública

Comprender que el suicidio es un problema tanto social como de salud pública, implica evaluar cuáles son los mecanismos más apropiados para su detección y prevención. La OMS pone urgencia en la atención, sensibilización y priorización del suicidio en la agenda mundial, alentando a los países, para que desarrollen estrategias a múltiples escalas.

Por un lado, priorizar el acceso al sistema de salud con prestaciones de servicios asociados a la salud mental. También, es fundamental la obtención de datos fiables y de carácter científico, que permitan tomar decisiones adecuadas a la realidad de cada país y comunidad. Por otra parte, es vital la educación social respecto a la problemática, y la sensibilización. 

¿Por qué el suicidio debe trabajarse a múltiples escalas? Debemos comprender que el suicidio es multicausal y multifactorial, es decir que se ve afectado por factores sociales, económicos, biológicos, culturales y familiares. Actuar depende, desde esta perspectiva, de que todos los actores sociales permitan crear una sociedad que se preocupe y ocupe del suicidio. Solo así, podemos trasladar la culpa individual y el silencio, hacia la responsabilidad social.

3.- Estigma y tabú como principales factores de riesgo en la conducta suicida

Cuando mi hermana mayor falleció por suicidio, hice un poema recopilando los mitos más escuchados en torno al suicidio, pues es lo que más prevaleció durante esos días de dolor. Salieron de la boca de terapeutas, médicos, policías, en los medios masivos de comunicación, y nació también de mis propios prejuicios, pues es lo que como sociedad hemos fomentado:  

MITO DE LOS MITOS

Quién quiere hacerlo no lo dice,

Y quién lo dice no lo hará,

Y si lo hace y sobrevive, sabía que no moriría,

por ende, sólo lo hace para llamar la atención,

y si ya lo intentó, no hay riesgo que vuelva a recurrir en ello.

Quien quiere realmente morir por suicidio lo conseguirá haga lo que se haga.

Pues no hay forma de prevenirlo

Y cuando ocurra no hay que hablarlo,
Pues contarlo es incitarlo.

Es valiente para morir, pero cobarde para vivir

Y al infierno se va a ir

¿Por qué la familia no hizo algo más?

TODOS ESTOS MITOS SON REFUTADOS POR LA SUICIDIOLOGÍA

La invisibilización de la problemática del suicidio y la estigmatización de la salud mental, han promovido que sea visto como un tema controvertido y que debe ser silenciado. Estos elementos son nocivos, pues alejan a los individuos de la posibilidad de poder hablar de lo que está sucediendo, les impide pedir ayuda y complica al entorno, al desconocer las posibles señales de que una persona se encuentre en riesgo de morir por suicidio. El no entender que el suicidio es un problema prioritario de salud pública, impide generar políticas comunicacionales, que promuevan hablar del tema de manera responsable y psicoeducar a la población en la adquisición de herramientas de prevención, contención y apoyo. 

Esto es paradójico. A nuestra sociedad sí le gusta hablar de suicidio, pero a través de bromas crueles, imágenes explícitas en películas o series, decoraciones para Halloween, prejuicios e información errónea, que se ha propagado durante décadas y que ha contribuido de mala manera al estigma social y al morbo. El “Efecto Werther” se manifiesta cuando hablamos de suicidio de forma irresponsable, sin promover un efecto protector y buscando el sensacionalismo por sobre el cuidado de la salud mental de la población. El precio por ese error es el silencio letal. 

Pero, así como existe el “Efecto Werther”, existe su contraparte, que es el “Efecto Papageno” que busca que, por ejemplo, en los medios masivos de comunicación, las noticias o reportajes asociados a la salud mental y a la problemática del suicidio, sean comunicados de forma segura y con un efecto preventivo. 

Ahora, al ser estudiante del diplomado en suicidología de SAK Fundación, se ha asentado en mí, la necesidad de poder comprender la problemática del suicidio, sus consecuencias y la forma de prevenirlo/posvenirlo. También, de hacer de la prevención, una responsabilidad social en todas sus escalas. 

Para derribar el estigma, tenemos que hablar de salud mental y tenemos que hablar sobre el suicidio, pero de una forma responsable. Hablar de ello no lo va a incentivar (este es el mito más difundido), pues se puede prevenir y se pueden detectar las señales. 

Es una tarea que debemos realizar como sociedad en su conjunto: 

- Desestigmatizar la salud mentar y promover el ir a terapia,

- Apoyar en el acceso a tratamientos eficaces y tener una red de apoyo,

- Mayor psicoeducación en los establecimientos educacionales y mayor acompañamiento, 

- Escuchar más y opinar menos, ser más empáticos y estar dispuestos a educarnos, ya no desde los mitos si no desde la información que puede salvar vidas, y mejorar la calidad de ésta, también.

Por último, rescato como cierre, las palabras de mi hermana mayor, Amaranta, que me legó en mucho de sus escritos y conversaciones, y que resuenan en mí, luego de adquirir estos primeros conocimientos:

“Si la prevención del suicidio solo se avoca en salvar momentáneamente una vida, y no en darnos herramientas para “salvarnos” de una vida llena de dolor, queda estéril. Intervenir en una crisis suicida nos da tiempo, pero lo más importante es lo que se logre hacer con ese tiempo que nos confió esa persona. Tenemos que retribuir esa confianza y alimentar la esperanza de que las cosas mejoran, y eso se logra en equipo. Nadie puede solo, por eso nos corresponde a todos actuar. Salvar una vida, es realmente, salvar un mundo entero”.