De los sobrevivientes, aprendemos el dolor que desgarra y los bálsamos que calman las heridas, las sombras que se encuentran en el camino y las luces que también aparecen. Como profesional de la salud, los testimonios me han revelado cómo desde las vivencias como hermanos, hijos o parejas, las personas cambian sus entornos, sus vidas, desde la distancia y la cercanía; desde la mente, las emociones y el cuerpo, ante un suceso tan doloroso como lo es la muerte por suicidio de un ser querido, que marca un antes y un después, en la vida de los familiares y amigos sobrevivientes. El sinsentido del todo cuando se apodera la culpa, la ira, la vergüenza y la desesperanza, la desorientación del norte y el sur, así como de la vida; la profundización del dolor y el sufrimiento, en un baile que parecieran ser lo mismo y se confunde en las profundidades de la propia obscuridad.
Ser sobreviviente es una lucha de cada día y cada uno tiene su propia lucha, su propia guerra personal, sobrevivir y seguir sobreviviendo. Puede hacerlo solo y con todo en contra, o apoyado y con herramientas a favor. Pareciera una perspectiva muy simplista, pero considero que como profesionales de la salud, nuestra labor es comenzar desde lo más simple: el estar, el escuchar sin prejuicios, sin etiquetas, sin consejos, solamente un ser humano ante otro ser humano.
El duelo por suicidio es complejo, distinto y único en cada sobreviviente, una especie de bucle que sabemos su inicio, pero no su final, donde el sobreviviente es un humano vulnerable y en constantes preguntas y búsqueda de respuestas, algunas de ellas llegarán y algunas otras se quedarán sin contestar.
Si bien es verdad que el duelo por suicidio es complejo, también lo es que su acompañamiento debería ser multidisciplinario. Por el tipo de duelo, requiere de una postvención inmediata; un adiestramiento especial por parte de los profesionales de la salud que intervienen, en duelo por suicidio, por la vulnerabilidad de los sobrevivientes y la posibilidad de desarrollar ideación o conducta suicida o en el peor de los casos, llevar a cabo intentos suicidas; un acompañamiento terapéutico y/o psiquiátrico cuando se considere necesario; el apoyo de grupos de ayuda con otros sobrevivientes; y paciencia, mucha paciencia, por parte de los sobrevivientes, de los familiares y amigos, y por supuesto, de nosotros, los profesionales de la salud, quienes los acompañamos.
Para un sobreviviente, el autocuidado se convierte en una dinámica compleja, pues las situaciones más básicas tienden a tornarse muy difíciles: respirar, alimentarse, dormir, hidratarse, trabajar, relacionarse, levantarse, asearse, pensar claramente, hablar, tomar decisiones… sobrevivir hasta volver a vivir. Esta cuesta arriba, aunada a una carga de autocastigo, anhedonia, abandono y rechazo.
El sobreviviente es la otra víctima. Por ello, quisiera recordarnos a nosotros, los profesionales de la salud, nuestro papel en un duelo por suicidio: Favorecer el que se pueda ver el suicidio en perspectiva, dar ayuda en que los sobrevivientes puedan realizar actividades cotidianas, que sepan que pueden tener problemas familiares fuertes como parte de su duelo, la importancia de hablar sobre el suicidio de su ser querido, obtener información concreta y precisa sobre el tema del suicidio, contar con un lugar seguro para expresar sus sentimientos, permitir acompañarse en grupos de ayuda y sobre todo, ser pacientes consigo mismos.
Sobreviviente: Tienes derecho a reconstruir tu vida. Y nosotros, estamos aquí para ti. No dudes en contactarnos.