Las familias se reúnen y los vínculos se intensifican. Se desempolvan los adornos, las esferas y los nacimientos. Algunos adquieren un nuevo árbol y los más ecologistas, tendemos a utilizar el mismo que en años anteriores. Lo que es un hecho es que, a pesar de nuestras múltiples actividades, Diciembre es un mes con días “libres”. Y aunque resulte irónico, lo que para algunos representan sonrisas y alegrías que surgen con la primera nochebuena, otros temen sobremanera la llegada de los días festivos. Muchas veces, más que producir unión y felicidad, las prácticas sociales ligadas a las fiestas navideñas, pueden producir un profundo sufrimiento para aquellas personas que se encuentran en situaciones precarias, vulnerables o en soledad.
Este estado depresivo generado por las fiestas decembrinas, es comúnmente conocido como el holiday syndrome o síndrome de las fiestas, término utilizado por primera vez por el psicoanalista James Cattel en 1955. Según dicho autor, este trastorno afectivo se caracteriza “por la presencia de angustia, de sentimientos irritables, de nostalgia y de depresión”. Se sabe que desde los años ochentas, parte de la población mundial hace referencia a este síndrome.
Si bien existe el riesgo de una tendencia en aumento a la depresión durante el periodo decembrino, los medios de comunicación suelen exagerarlo, publicando artículos que expanden una idea errónea. Algunos afirman que la tasa de suicidios aumenta durante el mes de diciembre, cuando en realidad, es uno de los meses en donde menos suicidios suele haber. ¿Pero de dónde viene este mito?
Greg Eghigian supone que el vínculo existente entre las festividades decembrinas y el suicidio, pudiese surgir en 1946 con la primera proyección pública de la película It’s a Wonderful Life, en donde el protagonista George Bailey pretende darse muerte en Navidad. Esta relación causa – efecto fue retomada por la cultura popular a partir de la segunda mitad del siglo XX, provocando lo que se conoce como “efecto Werther”, en donde por influencia de los medios, se provoca una tendencia masiva al suicidio.
Una segunda explicación a este fenómeno nace del contraste existente entre las expectativas puestas en las fiestas navideñas y la realidad. Léonore Dupanloup, directora de comunicación de la asociación Stop Suicide en Suiza, añade que efectivamente, “vende más dramatizar y exagerar el sensacionalismo reforzando falsas ideas, que exponer la realidad. Pero entre más se exponga este mito, más se refuerza”, lo cual representa un enorme peligro para las personas en situación de vulnerabilidad durante este periodo. Por ello, la comunicóloga insiste en dejar de difundir cualquier mito o idea sobre el suicidio, que no tenga una base científica o que no contribuya a la prevención.
¿Pero qué podemos hacer contra los rumores? Stéphane Saillant, psiquiatra y vicepresidente del Grupo Romand de Prevención de Suicidio (GRPS), afirma que “la más grande dificultad que observamos cuando se habla de suicidio en los medios de comunicación, es la ausencia de grises y la falta de veracidad”. Las fiestas decembrinas pueden, efectivamente, provocar un sentimiento de depresión, “podemos sentirnos solos, sensibles a las condiciones del clima, conflictos familiares que resurgen, pero no por ello la idea del suicidio está más presente en diciembre que el resto del año”.
La solución es la prevención permanente. Los medios de comunicación juegan un papel importante y poseen parte de responsabilidad en torno a este tema, pero si se aborda de manera adecuada, se puede entonces producir el “efecto Papageno”, que de manera contraria al “efecto Werther”, busca ejercer un convencimiento para que las personas desistan de acabar con su vida.
La manera en la que todos podemos contribuir a nuestra propia salud mental y prevenir el suicidio durante estas fiestas, es mostrarnos particularmente atentos con las personas durante este periodo, ir a saludar a nuestros vecinos, siendo amables con aquellos con los que no solemos tener contacto, o quizá, estableciendo un vínculo regular con aquellas personas que percibamos que puedan sentirse solas. Es igualmente importante acompañarnos mutuamente una vez pasadas las fiestas, pues nuestra necesidad de sentirnos reconfortados como personas, es permanente.
Si bien podemos disfrutar de la Navidad y el Año Nuevo, es nuestro deber humano asegurarnos de que nuestro entorno pueda hacerlo igual. Que la paz y el amor reine en todos nuestros corazones y que juntos, tengamos magníficas fiestas en este 2019.
El presente artículo es una adaptación de Faryde Lara del texto original de Lisa Dublin «Que faire contre les dangers du ‘syndrome des Fêtes’ ?”
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