Se dice que nuestra familia es la primera institución que nos enseña la manera de interactuar con el mundo exterior durante nuestra infancia. Nos modela para resolver problemas, para comunicarnos con los otros, para gestionar nuestras emociones; en términos generales, nuestra familia nos enseña a sobrevivir y comportarnos en la sociedad.
Sin embargo, esta institución, es cambiante, atraviesa por diferentes momentos en los que debemos irnos adaptando todas y todos, es por ello que la unión, el establecimiento de límites, los estilos de crianza que practicamos, la distribución de roles en el hogar, la comunicación asertiva, serán herramientas para lograr enfrentarnos mejor al día a día.
Un reto muy grande que siempre ha existido en las familias, es hablar abiertamente de temas incómodos, que no “deberían” ser incómodos; sin embargo para algunas personas puede ser difícil tratar temas emocionales como: “compartir abiertamente ¿cómo nos sentimos?” O temas más íntimos como “los cambios corporales o las relaciones sexuales”, sin duda uno de ellos y quizá de los más complicados de abordar en el ámbito público es el suicidio, pero ¿qué sucede con este tema tan importante en el ámbito privado, dentro de la familia? Se suele pensar: “¿Si no toco el tema en la familia, de alguna manera protejo a mis hijas e hijos pues no les doy ideas?” o bien “¿Si lo ignoro, el problema deja de ser un problema, o al menos ya no es mi problema?” pero: ¿Si no es mi problema, entonces de quién es? La prevención es tarea de todas y todos desde nuestros distintos espacios.
Retomando, la familia es el primer eslabón de la sociedad, por lo que es éste el mejor lugar para comenzar a trabajar en la prevención del suicidio y que no sea más un problema de salud pública. El bienestar de nuestra familia nos invita a reflexionar en la importancia de fomentar actitudes como: la confianza a hablar sin temor, sin tabúes, ni juicios, en un espacio donde se nos permita ser auténticos, donde no nos sintamos juzgadas o juzgados, un lugar que nos brinde comprensión, contención, pertenencia permitiéndonos que todos los integrantes seamos un recurso preventivo y de protección ante este tema tan urgente y muchos otros.
Uno de los factores protectores de mayor relevancia para atender la salud mental es tener una red de apoyo sólida, asociado al poder hablar abiertamente de las inquietudes, temores, alegrías, sinsabores que tenemos.
Por lo que me es importante, más bien, es sustantivo mencionar la necesidad de abordar temas como: el suicido de algún ser cercano o las ideas de muerte de alguien que apreciamos, con la empatía, cariño, sensibilidad, flexibilidad y compasión al dolor ajeno, darle el tiempo que amerita, buscar un espacio seguro, permitir que el factor protector de la comunicación asertiva sea parte de estas herramientas que compartimos en la familia para enfrentarnos a situaciones complicadas como lo puede ser el duelo por suicidio, ya que ante un suceso así, las personas quedamos con muchas dudas, sentimientos de culpa, dolor, emociones y sentimientos confusos.
Si logramos tener mayor conciencia de la salud mental desde el ámbito familiar como un medio de prevención y ayuda a nivel social podríamos convertirnos también cada uno de los integrantes del hogar en un “factor protector” de nuestros sistemas de salud, encaminándonos a un modelo preventivo promoviendo una cultura de cuidado y apoyo continuo.